(por Carola Margara)
Mientras trabajaba como bartender de la terraza del hotel h10 Montcad de Barcelona, Franco Trintinaglia comenzó a utilizar sus dos primeras horas laborales -el bar estaba vacío- para dibujar. Así todos los días, durante tres meses. Como soporte y material de sus dibujos aprovechó los recursos del trabajo:comandas y lapiceras. Ese fue el proceso de producción máquina. En parte, los dibujos algo dicen de ese proceso, y no sólo porque el mismo soporte -pensado para otra función- permite, a partir de las posibilidades de reproducción simultánea, cuestionar la habitual distinción original y copia que estructura el mundo del arte. Es el universo imaginario que allí se abre y que se nos presenta en escenas discretas -caasi como postales- el que vuelve sobre uno de los tópicos transitados en el siglo XVIII: el de la mecanización. El anacronismo, y el retorno que lo promueve, fundan ese universo poblado de cosas-máquinas (animales, hombres, objetos, escenarios, etc.)sin una función aparente. Quizás sea sólo recordar la naturaleza artificial de esos objetos que hacen habitable e imaginable otro mundo más allá del administrado.
La cuestión de lo mecánico también puede observarse en los formatos de mayor dimensión remarcando ese universo imaginario a través de la experimentación de los colores planos.

Dibujos de Franco Trintinaglia
enero 2010
Ph: Sol Muñoz
Arte Digital: Pedro Muñoz